En Abril Costa Rica estrenó su nuevo Centro de Convenciones: 15,600 metros cuadrados que permiten albergar 5,760 personas repartidas entre áreas comunes, grandes salones, pequeñas salas de negociación, oficinas, áreas de servicio y demás pero… más allá de los números, el edificio es un espacio lleno de alma costarricense.
El proyecto, liderado por el ICT, es una gran muestra de arquitectura e ingeniería pero que – a diferencia de muchas de las obras públicas y privadas de carácter nacional – dejó de lado la interpretación fácil de nuestra cultura. Saben de cuál estoy hablando, ¿cierto? La hemos visto mil veces: aquel edificio hecho con troncos de madera, techo de teja y una carreta típica (con todo y buey sintético) por allá a modo de adorno.
El Centro Nacional de Congresos y Convenciones – como debe ser – desmenuzó, conceptualizó y reinventó aquellas ideas, materiales, símbolos y sensaciones del espacio que asociamos con ser ticos. Para explicarles, les voy a contar un poco sobre el recorrido que tuvimos: un tour de lujo con el Arq. Carlos Avendaño – director del proyecto – quién nos recibió con la comprensible y envidiable emoción de alguien que acaba de tener un gran bebé arquitectónico.
Una experiencia sensorial…
Cualquier costarricense que haya andado en bus, carro o a pie por la General Cañas cerca de Belén en los últimos meses, tiene que haber visto el show de luces y sombras del Centro de Convenciones. En la entrada del edificio hay un gran anillo que forma un bosque a partir de claro oscuros. Árboles, hojas y hasta nuestra mascota no oficial – un perezoso – dibujan sus siluetas en el edificio. El efecto es como si dentro de este cilindro se escondiera un gran bosque. Ese es el punto central del complejo y es apenas una pincelada de lo que espera por dentro.
Desde la calle, se puede caminar en línea recta directamente hacia la entrada. Aquí tiene prioridad el peatón 🙂 Al entrar, una gran escultura de Jimenez Deredia, Evolución, corona el ingreso (acá un poco más sobre mi obsesión con las esferas). Sobre ella, el bosque dibujado en el anillo deja entrar rayos de luz por aquí y por allá. Mientras que en el piso unas formas de colores hacen alusión a la carreta típica. En el otro extremo, un gran mapa topográfico de Costa Rica hecho con madera cuelga sobre la pared. Aunque la verdad, más que un mapa es una obra escultórica.
¡Boom! La carreta típica explota y envía fragmentos de colores por todo el piso del área vestibular. Los perseguimos pero el recorrido se bifurca en dos caminos. Elegimos uno. Grandes olas que parecen madera cubren las paredes y nos abrazan mientras recorremos un túnel boscoso. Hacia arriba, rayos de luz solar – digo, lámparas – bajan a diferentes alturas para iluminar el cielo. Los jardines – perfectamente diseñados para hacernos sentir como en casa – entran y salen del espacio. Se interrumpen nada más para darle paso a las salas de reuniones.
Salas y salones
Estas salas son estructuras que parecen piedras esculpidas… Sí, como las esferas de piedra que esculpían nuestros antepasados (que por cierto, están ahí, al final del vestíbulo, enmarcadas por una gran ventana y rodeadas de vegetación). Cada sala es una sorpresa. Cada sala simboliza una provincia. El mobiliario, cuidadosamente elegido, hace alusión a la respectiva provincia en su diseño y elección de materiales.
Nos devolvemos y caminamos hacia el otro extremo. Aquí se remata el recorrido con un gran mural del artista Lucio Ranucci: Alegoría de La Segunda República. ¡Detallazo!
De camino, entramos a algunos de los salones. Son de diferentes tamaños para acoplarse a distintos tipos de actividades y necesidades. Mi favorito es el más grande. Se trata de un área abierta de 12m de altura. Las estructuras de cielo semi-expuestas se cubren parcialmente con grupos de lonas coronados por entradas regulables de luz natural. El efecto es como de una gran enredadera luminosa colgando del techo.
Lo que no todos ven:
Tan impresionante como el área pública, el área de servicio se despliega por toda la parte posterior del edificio, supliendo cada uno de los espacios con todas las instalaciones electromecánicas y logísticas necesarias para brindar todos los servicios que un edificio de alta tecnología requiere. De hecho, este espacio tras bambalinas cubre un 40% del área total.
Finalmente – lo que todo edificio nacional debería tener integrado en su diseño como regla – cumple con las normas de accesibilidad universal y aplica estrategias pasivas y activas de sostenibilidad: desde bombillos led para minimizar el consumo energético hasta sistemas de recolección y redistribución de agua. Los materiales y la vegetación también forman parte de las estrategias: Los materiales fueron cuidadosamente elegidos y su aplicación fue diseñada para maximizar el confort climático dentro del edificio; el paisajismo no solo embellece los espacios sino que aporta a crear microclimas. Se trata de un proyecto donde cada detalle fue pensado.
El Centro de Convenciones de Costa Rica combina en su diseño alta funcionalidad, últimas tecnologías, logística eficiente y, sobre todo, una delicadeza sensorial para plasmar en sus espacios la cultura costarricense. Este último aspecto es el ingrediente mágico que lo diferencia de cualquier otro edificio de convenciones en nuestro país: es un espacio con alma.
Fotografías por Carlos Morales